Romance de la matanza (Begoña Ruiz Hernández)
Tiempos de matanza de lumbre y brasero, en cuarto menguante de luna y con hielo. Cogemos diez piedras pedimos deseos que mañana no llueva y azul luzca el cielo. Al río partimos a cortar helechos, como fiera ruge más bronco que un trueno. La escarcha encanece al piorno seco, y el sol saca brillo a espinos traviesos. La mujer prepara ajos y mortero. El hombre afila cuchillos con piedra y acero. —Mañana, cachuela— digo a los del pueblo —A tirar de la pata del cochino recio—. Lo digo muy alto y se alegran los perros. Cuando el sol ya sale por rocosos cerros el cochino gruñe sin comprenderlo. Recogemos la sangre, en cobre y caldero, humea en la calle entre lomo y hielo. La romana en arrobas vocea un gran peso. El porrón de vino calienta el aliento. La lumbre encendida agradecen los dedos. Se sacan las tripas al socarrado cerdo, en agua del río se lavan con tiento. Se corta la lengua y la carne del pecho para que el veterinario nos diga que es bueno. Y armamos zambombas con los finos velos. Cantamos canciones a desnudos fresnos. Cuando el sol se esconde tras el monte negro, se encallan entrañas en el agua hirviendo. |
Calabaza picamos se cuece en caldero, se apoya en la ristra, corona del suelo, y se escurre despacio en costal de lienzo. El segundo día, se deshace el cerdo. Se separa el magro del grasiento sebo y la tierna carne de los duros huesos. Caen los carámbanos de altos aleros. Asamos moragas en brasas del fuego. En distintas varas colgamos el resto. Un alma encontramos muy cerca del pecho. Yo veo angelitos que vienen muy prestos y al cielo se llevan el alma del cerdo. Se salan jamones, y tocino fresco. Meneamos mondongo con sal y salero, pimentón de la Vera y antiguos consejos. Jugamos a cartas enredamos recuerdos. Llevamos el “molde” Y seguimos el juego. El tercer día nada de paseos, de la artesa grande chorizos hacemos. Damos a la máquina y perdemos un dedo, la típica broma que llena de miedo. Atamos morcillas Llenamos los cestos. Cuando el sol se esconde tras el monte negro derriten mantecas, se endulzan los peros, chicharros y migas juntos nos comemos. Las manos heladas corazón contento la risa entre el humo el adiós con besos. Así era una matanza en aquellos tiempos.
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Preparativos para la actividad tradicional. Fot. David Rubio
Begoña ha querido colaborar con nuestro Blog, aportando este romance que refleja perfectamente un apartado de las tradiciones que tiende a la desaparición.
Es autora de la novela: “Las Montañas Azules”, un trabajo que nos traslada a épocas recientes de nuestra historia.
“La Canción del Molino” es otra de sus novelas: