En día de aire por "La Moraña"
“Con sabor a Tierra y Navidad”, así queda indicado debajo de su último poemario “Veinte años de poemas”
Caminaba Octubre del 2020, año complicado: aislamientos, distancias, comunicaciones rotas, espacios vacios, ausencias de diálogos libres de temores y recelos; sin embargo, recibo una llamada de Segundo con voz completa de entusiasmo y energía, saluda y como un disparo: quiero regalaros un ejemplar de mi último trabajo, puedes darme una dirección postal. No he podido hacer la presentación públicamente prevista y he decidido entregar esta obra por otros medios.
- Es una alegría saber de ti, es estupendo que sigas escribiendo con tanta ilusión, pero no te daré la dirección, pasaré por Arévalo personalmente a saludarte y a recoger ese poemario, con todas las precauciones pero sin distancia social.
- Estupendo, cuando puedas venir me avisas.
Vísperas del día de la Constitución, dispongo de un rato para viajar hasta Arévalo y saludar a Segundo, le llamé para avisarle y quedamos a media mañana.
Ya le veo, me espera junto al Tostón de Oro, punto de encuentro acordado, forrado de prendas de abrigo y una boina a la antigua usanza, vestimenta justificada por una mañana fría y con viento de guarnición. Primer saludo y notorio que se encuentran dos temperamentos, él tranquilo y sin prisa, yo con deseos de conocer su obra decorativa y volver a Martín Muñoz de las Posadas para atender la visita de un maestro restaurador para el órgano musical del coro de la iglesia parroquial. Insistía en que tomáramos café, yo reiteraba mi poco tiempo y que estaba interesado en visitar esas pinturas murales que tanto nos habla de ellas, cada vez que nos acompaña en nuestros encuentros con la poesía y la música en el entorno del puente El Naranjo, allá por el paraje de La Irvienza en las riberas del río Voltoya.
Me dirige y salimos de Arévalo por la carretera dirección Madrigal de las Altas Torres, ¡que nombre!, todo historia. En pocos minutos llegamos a su rincón del arte, entre naves a camino de pequeños talleres o espacios agrícolas, nos reciben los ladridos de un mastín, a mi me inquietan a él no, dice que si no le muestras temor y no huyes no hace nada. Pasamos al interior del espacio cercado de paredes de ladrillo revocadas de cemento, mostrando más de una veintena de pinturas murales, Segundo se apresura a informarme que están hechas con pinturas industriales y que son planas, sin ninguna perspectiva; sin embargo, llenas de contenido y referencias a los poetas, escritores y artistas que le han inspirado, los entornos de Arévalo y mención de sus personajes. No faltan las referencias a las clases sociales y las reivindicaciones de las más desfavorecidas, también recoge, como una de sus pasiones, las escenas de caza con todos los personajes protagonistas.
Segundo muestra sus
intenciones en el primer mural:
“A
la sombra de estos centenarios pinos
y
la estela de estos dos grandes de las letras.
Un
mudejarillo de Jesús Villaverde se enfrasca en la lectura,
y
otro del que a cuenta no viene se afana
en
plasmar su impronta sobre estos ásperos
lienzos
de arena y de cemento, de sus luces
o
sombras no se ufana o desfallece
pues
ya con el solo intento
por
satisfecho queda
y
entre nubes de vellón se pierde.”
En
este mural son protagonistas el medio pinar que lo sigue siendo y el que ya no
lo es, porque una parte fue arrancada; un mudejarillo del escultor de hierro
reciclado Jesús Villaverde y Cervantes y Shakespeare.
Me
explica que su afición por la lectura se la contagio su padre, cuenta que desde
que recuerda siempre le ha visto leyendo libros, en especial la lectura
cervantina, igualmente le había oído decir que –“Como los buenos vinos, los
libros hay que leerles a sorbitos” -.
En
sus días de caza y paseos por el campo, los aires le van impregnando de poesía
y sus poros la devuelven convirtiéndola en trabajos como: “Gotas de lluvia”,
“Con los píes en la Tierra”, “Versos de atardecer… y otros”, Crónicas y
perfiles literarios Arévalenses” y el poemario protagonista de este relato.
También
colabora con la Asociación La Alhóndiga de Arévalo y comparte su poesía en
numerosos encuentros por la tierra de La Moraña y las tierras afluentes de esta
comarca.
Cuando el clic del disparador de mi cámara fotográfica se ausenta, por agotamiento de la batería que le alimenta, en el intento de hacer la última fotografía de Segundo junto a su preferido, llega el momento de abandonar el rincón de su arte. Él insiste en tomar un café y cambiar durante unos minutos el aire frió y desapacible por el calor de la lumbre en su cocina, invitación tentadora pero es el momento de hacer la fotografía pendiente con la cámara del teléfono y regresar. El mastín tuvo la gentileza de ladrar en un adiós
¿Será por la influencia de Cervantes?, donde tendría que estar “El Hidalgo”, solo veo un tronco.
De vuelta, en el punto de partida “El Tostón de Oro”, el se queda con su calma y yo me voy con mi prisa; no sin antes prometernos, un próximo encuentro para disfrutar de su poesía y bebernos un buen vino a sorbitos.
Por esta vez hemos respetado la distancia física, sin perjudicar la distancia social. En el siguiente encuentro espero compartir un abrazo y escuchar tu poesía con calma; de momento, agradecemos tu regalo dedicado y recojo:
Las copas de los pinos
Declinaba la tarde
y el entorno se volvía
oscuro y denso…
… Todo callaba.
Recios troncos
se confundían en la oscuridad.
El momento se hacía sublime,
y me sentí pequeño en el pinar.
Levanté la vista al cielo,
y entre las afiladas copas,
dispersos e incipientes luceros
comenzaban a brillar.
¡No!. Yo no sé si eran las copas
de los pinos que a las estrellas miraban,
o quizás mis ojos, que más cielo
querían abarcar.
O acaso era el Céfiro
quien a ellas y a mí
con su rumoroso aliento,
de emoción nos hacía tiritar.
¡No, no lo sé!
Sólo sé, que alto pino quise ser.
Relato y fotografías: Juan José Alonso Gallego (Asociación de Amigos del Patrimonio Natural, Histórico y Cultural de Martín Muñoz de las Posadas)